jueves, 14 de mayo de 2009

Ya no los llamo siervos, sino amigos

Hola como han estado, espero que libres de INFLUENZA y tranquilos con todos los cambios de vida que hemos sufrido en estos últimos días, desde enseñarnos a ser limpios, hasta permanecer enclaustrados con nuestros hijos. Pero bueno, primero Dios todo pasará.

El segundo que les quiero ofrecer una disculpa por no hacerles llegar estos “rústicos” escritos, en donde cuento mis peripecias de madre y esposa. Ya entrando materia, el mensaje en las lecturas de este Sexto Domingo de Pascua es bien bonito:

“Ya no los llamo siervos, sino amigos” Juan (15, 9-17)

O sea, no somos sus trabajadores, ni sus creaturas, ni sus creaciones. ¡Somos sus amigos! Nos podemos tratar en confianza, no sentirlo a Él como a un ser lejano al que solo debo alabar, no, Él esta aquí, con nosotros, nos da libertad, podemos hacer muchas cosas en nuestra vida. Lo único que nos pide es que nos amemos unos a otros, tal como el nos ama.

Les contaré algo más de mi vida. Mi esposo viene de una familia “machista” en la que el señor de la casa y los hijos (son 5 hombres) se sentaban a comer y su mamá, les tiene que dar desde la sal, la cuchara y ellos no tienen porque levantarse.

En mi caso no, mi mamá trabajó muchos años y todos en casa, incluido mi papá nos hacíamos de comer lo que podíamos o sabíamos. Ayudábamos en la limpieza de la casa y todo era normal. Al casarme hubo muchos problemas porque yo me negaba a ser sirvienta, a pedirle permiso para ir a algún lugar (yo decía: permiso le pedía mis padres, a ti te aviso). Por varios años, el pleito era grande porque yo exigía mis “derechos”, mi “individualidad”, porque claro el puede hacer lo que le pega la gana, ir a donde el quiera y ni esperanzas de que por lo menos me tome en cuenta o me ayude en la casa.

Yo trabajo, coopero para el bienestar de la familia, o sea, le ayudo. ¿Por qué él no me puede ayudar a mí?, en fin.

Me encantaría decirles que ya no soy sierva, sino amiga, pero no es así y me di por vencida. Él va a ser siempre así y no creo que cambie, tal vez no es correcto que me haya rendido, pero si ha sido lo mas sano para mí, estoy tranquila y acepto lo que tengo.

Se han de preguntar ¿y donde esta el mensaje?

La educación de nuestros hijos, enseñarlos a que hombres y mujeres somos iguales y que tenemos los mismos derechos. Que en una casa si todos ensuciamos, todos debemos limpiar, que lo que yo hago por ellos es por amor no porque sea mi obligación. Si trabajo y sacrifico algunas horas de no estar con ellos, es para que estén mejor. En fin, todo para enseñarles la igualdad entre el hombre y la mujer, y así cortar con el patrón del machismo que muchas familias aún cargamos por la educación que recibieron nuestros esposos de sus padres.

Yo se que rendirme no es la solución y que tal vez algún día se va a dar cuenta de lo bonito que seria ser realmente una pareja. Cuando digo que me rendí, lo que trato de decirles es que ya no peleo por exigir mis derechos, ni le grito y lo espero furiosa cuando llega tarde. Probablemente esa sea la mejor manera de hacerle ver lo que siento. No lo sé. Voy a darles una educación a mis hijos y así ayudaré a cortar la cadena del machismo que aun existe en nuestro país.


SOLO SOY MAMÁ

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